De cuando me rescataron dos alemanes en Mallorca
Con mis padres y mi hermano nos íbamos siempre a pasar unos días de verano a Mallorca. Un amigo de mis padres era el director de un buen hotel y siempre nos invitaba a que nos quedásemos ahí.
La verdad que era divertido. Recuerdo estar en una de esas habitaciones conectadas con la otra, en la cama con mi hermano riéndonos, saltando, jugando. Siendo niños, vaya.
Tengo buenos recuerdos de esa época.
Imagínate. Yo pasaba por alemana, en Mallorca. En un hotel. Rubia, ojos azules, alta. Con la piel blanca cual alabastro. Eso daba para risas de las anécdotas que acumulábamos año tras año tras mis rabietas por parecer de otro lugar.
Y si te digo que me pasaba por el típico Club de Verano de Hotel noventero con sus juegos y actividades al aire libre, cuando los móviles ni se asomaban, y todos esos niños reunidos en un espacio de césped artificial creyéndose independientes. Jugando hasta agotarse, correr, saltar. Pues bueno, aún más.
Uno de esos veranos quedó como recuerdo familiar grabado a piedra en la memoria de todos. Salté a la piscina con un bikini verde de topos así medio flamenco. Los 90. Todo eso es culpa de los 90. Ya lo sabes. Lo has sufrido, tal vez, si no, que exista TikTok en tu niñez o adolescencia es peor. Te lo aseguro.
Pues bien, con mi pelo rubio arena-casi-blanco natural. Con mis ojos azules visualizando el salto perfecto que iba a performar en pleno aire, y las brazadas que iba a hacer una tras otra hasta perder toda mi energía arrugada como una pasa en el agua y de golpe… nada. No pasó nada. Me lancé a la piscina y no pasó nada. Me fui al fondo. Hasta el fondo y me quedé sentada. Como si nada.
Dos alemanes (sorpresa, alemanes en Mallorca), se lanzaron al agua y me sacaron del fondo. Mis padres, en la tumbona. Mi hermano, pues ni idea, la verdad.
Antes de que pienses qué estaban haciendo mis padres sin moverse es que, claro, iba a natación desde bebé. Nadaba sin manguitos desde siempre.
A veces me pregunto si esto de que te enseñen a nadar desde tan poca edad es solo cosa de la gente de isla o de costa o si vives en Madrid vas a natación también desde que eres bebé.
En fin, que me lío. Lo que te decía, ellos estaban tan tranquilos porque era como un salmón en el agua, me pasaba el día ahí. Y, además, eran los 90.
Pero ese día, con unos 3 años, era el día que daba el pistoletazo de salida a la temporada de sol y piscina, era el primero que nadaba ese año y, claro, me falló la memoria. Me olvidé de una cosa muy esencial y muy integrada en mí como nadar. Podría olvidarme de como saltar bien de cabeza, pero no, eso lo hice perfecto, sin salpicar. Pero nadar, lo que era nadar, se esfumó de golpe.
Esa historia dio para risas entre los amigos de mis padres, mis padres y los alemanes. Y yo salí del agua tan tranquila y serena como una flecha hacia ellos. Encogí los hombros, hice una mueca y les dije: “Es que me he olvidado de cómo se nadaba cuando ya había saltado”. Dicho esto, salí corriendo de nuevo hacia la piscina y volví a tirarme y a nadar hasta convertirme en una pasa en el agua. Mi objetivo de ese día.
Eso es un lapsus, un olvido momentáneo, que aparece en cosas que haces en automático.
Nadas en automático.
Vas en bici en automático.
Cambias de marchas en un vehículo, en automático.
Escribes en automático.
Son básicos. No piensas nada de todo esto antes de hacerlo. Lo haces. No piensas cómo se hace la ‘a’, simplemente, la escribes.
Pues bien, tener claro que no estás en venta también debería estar en tu automático. Otras cosas no, pero esta sí.
Que se te olvide nadar no es buena idea para sobrevivir, pero que se te olvide que no estás a la venta puede tener las mismas consecuencias.
No es una frase mía, es de mi psicóloga que me lleva insistiendo con ello meses: “No estás a la venta. Grabátelo.” Léelo en acento argentino, que ella lo es y mola más. Porque, cuando te olvidas que no estás en venta, haces cosas que no te hacen bien. Y duelen, te juro que duelen mucho.
Te lo digo porque lo he hecho. Decirte que pocas veces sería mentir. Yo me he puesto a la venta y muy barato, la verdad.
Me he perdido el respeto cuando he dejado que sean otros que me ‘compren’, es decir, he puesto un precio a quien soy y eso significa que he dejado que me pongan un valor y me validen. Amistades, familia, casi-algos, parejas, trabajos… No importa. No he elegido yo. He dado el poder de quien soy a otros. De decidir qué hacer, de decidir hacia dónde ir en un camino en el que, en el fondo, yo sabía que quería ir en otra dirección. He saltado a la piscina y me he olvidado de nadar. Me he quedado tan tranquila como ese día de pequeña en el fondo pensando que era yo quien decidía estar ahí, pero no, me había olvidado de que no estaba a la venta y dejé que otros decidieran por mí.
He dado todo mi poder a cualquier precio, a veces, incluso gratis, pagando con dolor, con personas que me han quitado más que me han dado y me he convencido de que no era así, de que eran esenciales para mí porque me habían comprado, o lo que yo pensaba, me querían a su lado (o eso parecía).
Y ahí no vienen dos alemanes a salvarte.
Ahí te salvas tú sola. O te ahogas.
Elegir es un poder que no puedes regalar ni vender. Elegir es tener en tus manos tu libertad.
Tú eliges lo que quieres ser, cómo quieres ser, en quien quieres convertirte, con quien quieres estar y compartir tu vida. Algo tan simple y tan complicado para personas como yo que nos lanzamos a la piscina sin mirar y sin pensar y luego esperamos que alguien venga a por nosotras.
No estás a la venta por nada ni por nadie.
Tu libertad no se compra.
Grábatelo.
Escribo desde el vuelo VY3714 destino Menorca 🇪🇸 Espero encontrar mi momento de paz, de conexión conmigo y con todo lo que hice este año, lo aprendido y lo que voy a soltar.
✨ En qué estoy metida
Sigo muy focalizada con el proyecto de Kalm. Si te perdiste la última newsletter, te perdiste saber de este proyectazo que cuida de tu salud mental y física con algo muy simple y difícil de encontrar: el silencio.
La contaminación sonora y ruidosa es uno de los grandes males actuales, de las ciudades porque nos genera ansiedad y tener el cortisol siempre muy arriba. ¿No te ha pasado que estar en el campo o frente el mar en silencio, te serena?
Además, celebro 2 meses desde que comuniqué que dejaba la empresa para hacerme freelance. Estoy muy feliz con mi decisión.
📚 Qué me tiene enganchada
He retomado ‘1Q84’ de Murakami. Si lo conocéis, sabéis que es muy bueno, pero una triología un tanto larga así que lo alterno con otras novelas y libros de otro tipo.
🎶 Qué suena mientras escribo estas líneas
El silencio. (Y mi madre preguntando qué quiero para cenar, hahaha).
✍️ A mi yo de mañana
Transforma todo este dolor de hoy en poder.
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