Buenos Aires se hizo para caminar. Una pausa entre el presente y el futuro. Dirigida orquestalmente por un tráfico indisciplinado.
Los palermitanos recorren los suelos adoquinados que aún se mantienen (casi) intactos en su barrio. Mientras, a media mañana, sentada en un café, observo la cantidad de paseadores de perros que hay en esta ciudad.
Buenos Aires se diseñó para disfrutar un miércoles cualquiera. O un lunes. O un jueves. Para disfrutarla, al fin y al cabo. Disfrutarla hoy porque aquí no sabes qué pasará mañana. A cuánto estará el peso argentino ni la barra de pan.
Buenos Aires está viva.
En esta ciudad que se debate entre la fugacidad y la fogosidad. La vida intensa, en presente y sin condicional. Entre compartir lo poco que tengas. Entre largas charlas sobre Vargas Llosa, la política y los peronistas o, simplemente, sobre escribir y amores pasados.
En una demencia cotidiana que, cuando lo comentas con un porteño, te sonríen, ladean la cabeza y responden: “Y, sí”.
Irremediablemente.
Están forzados a vivir el hoy.
Me rebota en la cabeza un pensamiento:
¿Por qué el resto vivimos con una ansiedad angustiante de controlar qué pasará mañana? ¿A preguntarnos por qué pasó lo que pasó?
Ellos sueltan un: “Ya fue” y ya está.
Que se traduce en un: ¿Por qué vas a preocuparte del pasado? ¿Por qué vas a dejar que ese sentimiento te paralice y te haga perder el foco de tu presente? ¿Por qué vas a gastar las horas de este miércoles cualquiera torturándote por algo que ya no puedes cambiar?
Pues aparco los pensamientos en un sótano de mi cabeza.
Cojo mi teléfono y busco el número de Noe y le escribo: “Me copa el plan. ¿Dónde nos vemos esta noche?”
Y nos vemos con Noe, Ari y Laureano. Nos vemos en su casa, nos vamos a la Cochinchina (que me parece una metáfora hermosa para la vida), pasamos por Victor y por Mekana.
Río sin parar. Bailo sin parar. Vivo sin parar.
Y me viene algo de golpe un pensamiento a la cabeza cuando giro por Plaza Serrano volviendo a casa: Nuestra canción no volverá a ser nunca más nuestra. Porque ya no hay nosotros. Solo existe un tú y yo en universos paralelos, en vidas que se cruzan al aire. No volverán nuestros abrazos, nuestros besos.
Y está bien.
Porque ya fue. Y ahora solo nos queda mirar a lo que será.
Y todo lo que fue te llevó dónde estás ahora. A los aprendizajes de ahora. Te lanzaste al precipicio y no debes arrepentirte de ello. Debes agradecer haberte atrevido a viajar a ese lugar, a conocer esa persona, a charlar con esa otra.
Buenos Aires se ancla al suelo como quien se ancla a la vida. Quizás para sobrevivir a la vorágine política que no parece terminar jamás.
Quizás porque anclarse a la vida es la única forma de disfrutarla de verdad.
Con su demencia cotidiana.
Un paso tras otro.
Un día tras otro.
Sin mirar atrás ni al futuro.
Me anclo a la vida y al presente con ella.
Por eso me gustas Buenos Aires. Me haces sentir presente. Me haces sentir que el futuro llegará cuando deba llegar porque lo único que controlas es una pequeña parcela del hoy.
Y es por lo único que voy a preocuparme.
Así que cuando me preguntan (esperando una lista de planes y lugares a los que fui):
“¿Qué estás haciendo en Buenos Aires?”
Respondo:
“Vivir.”
Ya lo dijo Borges en ‘Cuaderno San Martín’:
“A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires; la juzgo tan eterna como el agua y el aire”.
✨ Cosas bonitas de esta semana
Adoro Argentina (y a los argentinos). Su forma de ver la vida, su demencia cotidiana y como solo con llegar a su país, te acogen sin importar nada más.
Pisé Buenos Aires y ya habían organizado mi primer asado argentino con amigos.
Fui al evento de gente x gente en un jardín en el Abasto.
El sol colándose entre los árboles en Palermo.
Volvió a ser verano en Buenos Aires.
Y el helado de Rapanuí.
Revelé mi analógica y di la vuelta al mundo frame a frame.
Recorrí el Museo de Bellas Artes durante horas y charlé largo y tendido sobre arte con una de las vigilantes de seguridad. (La amé.)
Salí con Noe, Laureano y Ari un miércoles cualquiera.
Dj Mami me puso a C Tangana y Rosalía en Cochinchina Bar. Y hablamos de esa era musical.
Vi pinchar a Lisa Cerati (hija de Gustavo Cerati de Soda Stéreo).
Franco y sus amigos me cocinaron empanadas caseras.
Me di cuenta que se puede ir muy guapa en chándal.
Me quiero quedar.
Me topé con ‘La casa de Bernarda Alba’ de Lorca en Cuervo Café y decidí leérmelo en esa tarde café en mano.
Y por el disfrute de la belleza nació Creare, para disfrutar de esos lugares especiales que hay por el mundo. Pásate si quieres ver algunos.
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Falto yo en esa lista! te quieroooo
Me llevaste de nuevo a pisar Buenos Aires, qué lindos momentos viví en ese país. Gracias ✨️ 🇦🇷🪻