Encuentros fugaces: Hiroshima y la estupidez humana
¿Cómo podemos permitir que sigan pasando estas cosas?
Pasé por Hiroshima. Tenía muchas ganas de pisar esta ciudad. A la vez, se me generaba un nudo en el estómago solo de pensarlo. Todo lo que sucedió en esa ciudad. Como demostramos lo estúpidos que somos como humanidad. Todo se reflejaba ahí. Se reflejaba en el silencio. En sus sonrisas. En la destrucción que no dejó rastro en sus calles. No lo ves, pero lo sientes. Me emocioné. Ver vida donde todo había sido cataclismo. Donde volvieron a crecer los árboles, donde volvió a ser primavera, porque en esos parques fueron muchas personas a morir y se convirtieron en vida.
Tuve la surte de leer a una gran pluma de El nuevo Periodismo, a John Hersey. Leí ‘Hiroshima’ estando en Hiroshima. Nunca pensé tener el desgarrador placer de leerlo y vivirlo ahí. Sus crudas crónicas llenaron todo un número de The New Yorker. El artículo más famoso. 150 páginas. 30.000 palabras que dibujan y te desgarran las historias de 6 supervivientes de ‘Little Boy’. Y me enerva ese nombre. Esa grotesca ironía de llamar ‘Little Boy’ a una bomba atómica capaz de destruir y arrasar con todo y con todos.
Un libro que aún sigue siendo un imprescindible porque es memoria viva de los desastres nucleares y vives, sientes y visualizas cada uno de los desdenes de ese sinsentido. Como a los soldados que no podían ver no entendían por qué y resultaba que supuraban sus cuencas sin los glóbulos oculares. Ves. Te juro que ves los cadáveres en los ríos. Y me saltaron las lágrimas cuando recorría la ribera de uno de sus ríos. Cuando veía, literal, zonas en las que los cuerpos casi sin vida se ahogaban por no poder moverse. Ahora, todo era vida. Pícnics. Niños jugando. Parejas queriéndose. Gente sentándose en el río para comer y desconectar.
Esa prosa nada llamativa, nada embellecida. Cruda. Real. Naturalmente descriptiva. Angustiosa. Capaz de ponerte los pelos de punta y que te salten las lágrimas. Tal vez porque lo leía ahí, tal vez porque realmente te demuestra lo imbéciles que somos.
Somos imbéciles. Así me sentí en este rincón del mundo que decidimos destruir por puro ego, por puro demostrar quien la tiene más grande en una guerra de sinsentidos. En una guerra. Porque una guerra nunca tiene sentido. ¿Cómo podemos destruir la vida de las personas? ¿Cómo podemos aniquilar 150.000 personas? Y ni se hizo por terminar con Japón. Porque Japón, en esa guerra, ya estaba derrotada. Era por demostrar los c*jones ante la URSS. Estados Unidos y Rusia. Rusia y Estados Unidos. No salimos de ese bucle de inconsistencias.
Y por la estupidez humana, el hacerse fotos y selfies en lugares donde tanta gente perdió la vida. Se me generaba una sensación de rabia al ver personas posando y sonriendo. A mí me costó sacar una foto. A mí me costó sentirme bien en Hiroshima. Creo que si vas a esta ciudad y no se te remueve todo por dentro, es que dentro de ti falta algo. ¿Humanidad? ¿Capacidad de entender dónde estás y lo que pasó?
Somos imbéciles, así me sentí.

Mi próxima parada será: Quedarme en la isla de Bali 🇮🇩 hasta final de mes.
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