Leía uno de los libros de Derek Sivers y no pude evitar pensar en cuántas veces he hecho algo solo porque se tenía que hacer o porque era lo que tocaba.
Y paro aquí. Cuanto daño nos hacen los ‘tener que’. El ‘tener que’ evoca obligación. Es muy distinto a un ‘querer’ que evoca deseo.
No es lo mismo decir “tengo que ir al gimnasio” a decir “quiero ir al gimnasio”. Solo con decir lo primero ya te dan ganas de apalancarte y ni intentarlo. No haces tuyas las cosas que quieres, las haces porque dicen que tienes que hacerlas. Porque está de moda. Porque sí.
“Tengo que casarme”, no es lo mismo que “quiero casarme”. ¿Por qué tienes que hacerlo? ¿Por tu edad? ¿Por qué quieren tus padres? Pero, ¿quieres tú?
Aplícalo a cualquier hábito que tengas o que quieras implementar. Incluso, a tus objetivos.
“Tengo que verte” no es lo mismo que “quiero verte”. ¿Te apetece de verdad?
Nota los matices y la cara que pondrías en cada situación.
No necesitas analizar con listas de pros y contras lo que tienes delante. Solo tienes que escucharte y ver qué verbo utilizas.
Ahí tienes la respuesta. ¿Puedes cambiar los ‘tengo que’ por ‘quiero’? Si no puedes, recházalo y haz algo diferente porque, siento decirlo, eso nunca te hará feliz y menos será algo que forme parte de tu vida.
El ‘tener que’ es uno de los incapacitadores más grandes que tenemos hoy en día. Nos bloquea psicológicamente y nos pone en un estado de negatividad ante algo. Solo debería existir en pequeñas cosas que no son importantes en tu vida como “tengo que limpiar los platos”.
Un día os hablo de los ‘peros’ y su capacidad de destrucción masiva. Porque esos sí acaban con todo.