Carta a mis inseguridades y ansiedad ❤️🩹
Los millennials somos la generación con más ansiedad y estrés.
Son las 09:05. Lunes 9 de enero de este año que acabamos de descorchar.
Suenan las primeras notas de Ludovico Einaudi y su ‘Nuvole Bianche’. Resuenan poco a poco y aumenta el tempo. Es una de las canciones que tienen el poder de hacerme sentir y hacer que sienta mucho. Esas notas al piano me remueven todo por dentro. Admiro tanto lo que la música es capaz de hacer(me). Mientras, hablo largo y profundo con un amigo sobre mis inseguridades y miedos.
Él no lo sabe (aunque me conoce bien) pero puede intuir que mi sensación es de satisfacción por hablar de temas que antes no hubiera dicho y que las cosas que siento, las siento con lágrimas en los ojos. Pero a la vez, me hace sentir ansiosa, y no en un buen sentido, si es que existe. Me genera nervios, agobio, me nubla y, en parte, me desespera el no saber.
Esas inseguridades las llevamos grabadas en nuestro cuerpo más permanentes que ningún tatuaje. Podemos trabajarlas y combatirlas, pero esos miedos siempre serán parte de lo que somos porque hemos crecido y nos hemos amoldado a la vida con ellas.
Nos han educado así.
Nos han educado para tener una parte de miedo vestido con un acicalado traje de independencia, de poderío que se deshilacha cuando algo nos hace daño o algo nos importa.
Cada uno tiene las suyas. Somos una generación que hemos sufrido bastante en silencio, sin externalizar mucho y comiéndonos lo que nos venía de las generaciones anteriores.
La primera generación con más consciencia sobre la importancia de la salud mental.
Se dice que vivimos agotados por dentro, que nos sentimos solos en comparación con otras generaciones previas y que la ansiedad forma parte de nuestra rutina.
Si no sufrimos brotes de ansiedad, nos sentimos ansiosos ante demasiados inputs a nuestro alrededor, ante nuestros deseos y las barreras que hay delante de ellos. Y por que negarlo si es verdad. Vivimos en una libertad asfixiante. La ansiedad en nuestra generación es la más alta de la historia por factores diversos, según los psicólogos: las altas expectativas que han puesto en nosotros, los cambios sociales constantes, la crisis del 2008, la dependencia por la aprobación, la tecnología, las redes sociales, la conexión 24/7, el individualismo, la búsqueda de nuestra vida deseada…
Han buscado educarnos en la exigencia para que consigamos lo que ellos nunca pudieron tener, en el que nunca nada es suficiente y que alguien es mejor que tú, que saca mejores notas, que dibuja o se expresa mejor. Siempre lo han dicho pensando que eso aumentaría nuestra fuerza, aumentaría el luchar por ser aún mejor, nos daría todo lo que esa generación anterior nunca había podido tener. Pero somos personas y, a muchas, esto nos ha afectado con sentirnos insuficientes para el mundo, para las personas que no queremos perder.
Yo aún me siento así. Siempre me sentiré un poco así. No dejaré de lucharlo, de trabajarlo, de crecerme. De curarme de ese dolor y de ese pensamiento destructivo. Pero ese miedo, ese pequeño monstruo que convertiré en una minúscula mota de polvo, siempre me dará alergia en algún momento del año. Pero sabré por qué y cómo apagar esa voz para que no tape nunca más la mía.