Historias a los 30: pensaba que no iba a contarlo
Esta vez la historia es mía.
Por primera vez en mucho tiempo pasé miedo de esos que crees que no vas contar. Se me aceleró el corazón y pensé: “Bueno, esto pinta mal… Tranquila”. Recordar que alguien tuviera el control de sentirme o no segura os juro que me desgarra, me enfurece y me chispean los ojos de rabia. Esos azules que parecen de un pavo real. A las 22:37 del 5 de octubre os aseguro que estaban sin brillo y apagados.
Viajar sola tiene sus riesgos pero en su día me negué a que nadie me tuviera ese poder soblre mis decisiones. A esa hora sentía como me lo estaban arrebatando. “¡JODER! Qué puta impotencia.”
La batería de mi teléfono al 12% y bajando.
Pelo rubio, aspecto semi desaliñado, cara pálida, unos ojos sin alma y un hablar sobradamente irónico. Unos 40 años. Por su inglés parecía extranjero. Una postura más propia del sofá de su casa que de un taxista dispuesto a llevarte a un lugar seguro. Hasta ese momento, nada parecía terriblemente fuera de lo común en el país.
En un momento en el que solo podía pensar en llegar a mi cama balbucea:
-Siéntate delante. —En imperativo y con una voz firme—.
Mi mente no procesa esa información ni un segundo, quiero llegar y descansar después de un laaaargo día.
-Págame por adelantado. Yo trabajo así. —otra vez sus imperativos—.
Me quedé con la cara desencajada. Me lo miré y lo que extrañamente me vino a la cabeza fue: “Que no cierre las puertas”. Nunca había recorrido ese pensamiento por mi cabeza. Jamás. Y por segunda vez: “Que no cierre las puertas”. No era su aspecto. La verdad que al aterrizar en Bulgaria ya ves que es algo recurrente y por lo que no juzgo las personas y menos en culturas diferentes a la mía. Era ese no-sé-qué inexplicable en su actitud, su mirada, en sus imperativos.
Me levanté, cerré la puerta y volví a la estación. Paré. Respiré 3 veces. Vi 2 policias. Volvía respirar 3 veces. Apareció una chica muy amable que me explicó que esos taxistas solo buscan estafar. A mí, en ese momento, el dinero me parecía lo más superficial por lo que preocuparme. Y ella me acompañó hacia la estación de metro. Vacía. Desértica. Un largo pasillo. 17 pasos y frené.
-No. Paso. —me susurré y negué con la cabeza—.
“No se encuentra conexión a internet”. Respiré.
Congelé mis pensamientos. A esas horas Sofía dormía en una absoluta calma que me fascinaba. Me repetí 3 veces que lo que tenga que pasar no está en mis manos. Que lo que está en mí es la capacidad de aparcar ese miedo irracional y disfrutar de las calles empedradas de la capital búlgara de (casi) madrugada.
Auriculares puesto. Batería al 7%. 26 minutos hasta el hotel. Y mis ojos volvían a brillar como siempre. Me movía al ritmo de la música. Me sentí más segura paseando sola por las calles que en esos 40 segundos en ese vehículo.
Un hecho aislado no representa un país ni una ciudad. Bulgaria es un país muy seguro. Andé sola cada día. A las 5 de la madrugada y a las 11 de la noche. Me encontré con gente que abandonó sus planes para estar un rato conmigo. Esta chica que me acompañó cuando, seguramente, deseaba tanto o más que yo llegar a su casa. Un chico de un pueblo cercano a Sofía me enseñó el sistema de trenes y me soltó: “¿Sabes qué? Me voy contigo a tu vagón, yo voy sin número asignado y puedo sentarme donde quiera” y charlamos un rato. Una mujer mayor, pasados los 65 años, hablándome con una sonrisa por señas para explicarme sus historias. No la entendía, pero ambas sonreíamos. Gente de aquí y de allá. Y le conté a un arqueólogo de Dinamarca que de pequeña quería ser arqueóloga. Conocía la historia de Menorca y me dijo que había hecho bien dejando de limpiar piedras y dedicándome a una profesión más fructífera. También un chico libanés que me acompañó en el telesilla —pánico a las alturas que tengo— y me hizo reír hasta que olvidaba la altura mientras la niebla no nos dejaba ni vernos los pies.
Y volví a mi hotel. 4% de batería. Sonriendo. La irracionalidad de un pensamiento o situación momentánea nunca puede dominarte. Si no, ¿cuántas cosas dejarías de hacer? Vivir en condicional no es una opción.
20:28h. 6 de octubre. Sobrevuelo algún lugar de Europa. Y ya planeo mi próximo viaje mientras escribo estas líneas sentada en el 30B del vuelo W64405 de Wizz Air.