Historias a los 30: ¿Y los casi-algo de la amistad?😶
Insistimos en inventar millones de definiciones para no definir el amor, pero nos olvidamos de qué pasa con los casi-amigos.
Mi último día en Bangkok. Me fascina la actitud, la amabilidad de las personas tailandesas. No me he encontrado a nadie que actúe con mala fe. No me he encontrado a nadie que no te sonría y no te intente ayudar cuando lo necesites. Te entiendan o no. Eso no importa. En Europa no somos así. Vamos con el pensamiento corroído por delante. Con un pensamiento de que en todo hay una doble intención, un egoísmo intrínseco, que el ser humano es malo por naturaleza. Me gusta pensar que aún quedan rincones en el mundo donde esto no es así.
Aunque me hablaron muchas veces de Tailandia y de su gente, llegué sin muchas expectativas porque, al final, las opiniones de las otras personas se basan en sus propias experiencias y las mías podían ser totalmente distintas. Por suerte, por ahora, no ha sido así y me llevo en mi mochila un pedacito de Bangkok y de su caóticamente bella Chinatown en mi corazón y recuerdo. Aunque creo que no tardaré en volver a pisar sus callejuelas. Cuando lo humano, lo bonito de las personas aún perdura y te da de lleno, con la mano abierta, solo puedes sonreír.
Estuve alojada en Chinatown, en pleno zona antigua de Bangkok y qué bonita es. Me sentí perfectamente desde el minuto 1. Me he sentido más rara o incómoda en países europeos que en esta belleza. Un ritmo ajetreadamente pausado. Todo pasa rápido, pero dentro de una cierta calma. Donde las reglas no existen del todo. Noté como este barrio, esta ciudad, me abrazaba sin tener que hacer nada, sin tener que pedirle nada. Me sentí como con ese abrazo grande de quien te acoge con una vibra única.
Ese gran abrazo me hizo recordar a los abrazos de las amistades auténticas. Esos abrazos que te llenan tanto que, sin decir nada, son tan sentidos que se te caen incluso las lágrimas. A veces, sin saber exactamente por qué.
Estoy en la lavandería. Sí, limpiando la ropa y aclarando mis ideas y creencias. El hombre que lo lleva es simpatquísimo. Yo escribo. Él cuida al detalle la ropa que ya está seca y la pliega con esmero. Antes de coger mi siguiente vuelo quiero llevarme la ropa bien limpia. Mientras veo como la ropa gira y gira en el tambor, me acuerdo de algo que siempre repito: la amistad son palabras mayores.
Soy de la que cuenta los amigos y amigas con los dedos de las manos porque no creo que la amistad con propiedad puede contarse por decenas. Si considero amigo o amiga a alguien, es porque tengo un compromiso con esa persona, con nuestra relación fomentada sobre unos cimientos fuertes que, si se tambalean, todo cae como la Torre de Babel. Ese compromiso, esos mínimos, no son sostenibles con un gran número de personas por el simple hecho de que no tienes suficiente tiempo de calidad para dedicarles a todas ellas.
Alguien con quien me llevo bien, pero la confianza es la justa. Alguien con quien solo hablo de superficialidades básicas. Esos ‘alguiens’ no son amistades. A veces, tampoco es que sean meros conocidos. Me parece que la palabra ‘conocidos’ es para esa persona que te cruzas 4 veces en la vida o compañeros de curro de quien no vuelves a saber nada más o solo te cruzas un “ey, ¿cómo te va todo?” y ahí queda todo el interés mutuo. Pero en las amistades hay contratos no verbales, hay compromisos, hay unos códigos mínimos que cumplir. Hay reciprocidad. Hay bidireccionalidad. Porque si no, quédate como puro conocido y no marees.
No es amigo con quien te ríes, si no con quien puedes estar mal, con quien puedes llorar, con quien puedes ser sin ser juzgada. Quien está a tu lado cuando estás mal. Porque estar cuando se está bien, es fácil. Puede estarlo incluso un conocido. Pero es amistad esa persona que te pregunta cómo estás y puedes decirle que estás hundida, que estás triste, que no estás en un buen momento. Es amistad quien está en tus momentos de duelo. Duelo por perder personas en cualquier grado desde la muerte, la separación de una pareja, la ‘ruptura’ con un amigo. Porque con los amigos también se rompe.
Una fórmula que tengo para medir las amistades es en la medida más fiable de todas: los ‘cómo estás’. Cuando todo está siempre bien, siempre, todo igual, es un termómetro de que ‘eso’ no es amistad. Pero, entonces, si no sois amigos, pero tampoco superficiales conocidos, ¿qué sois? ¿Qué somos? A mí me falta una definición para esos casi-algo de la amistad. Nos empeñamos en inventarnos conceptos para el amor (porque no nos gustan las etiquetas, pero, oye, cuanto esfuerzo para definir lo que no queremos definir): casi-algo, crush, fluir, relación líquida, follamigos, aminovios, situationship… Pero, ¿y para lo que de verdad importa? ¿Para lo que realmente valoramos? A eso no dedicamos tiempo porque nos han inculcado que debemos encontrar el amor, pero nadie nos dice que tenemos que encontrar amistades valiosas. Que ese sí es un amor duradero si se cuida porque no depende de una reacción química cerebral. Por eso, nos la suda no tener nombre para esas amistades no-amistades, esas intermitencias, porque nadie nos ha dicho que son el amor verdadero.
Albert Espinosa llamaba a cierto tipo de amistades personas amarillas. Esas personas con las que no hablas con frecuencia, pero que cuando lo haces, es como si lo hubierais hecho cada día, como si el tiempo no hubiera pasado. No hay silencios incómodos, solo conexión y grandes charlas. Creo que para encontrar estas personas tenéis que haber vivido algo muy, muy fuerte para que tengáis ese hilo rojo que os conecta incluso sin saberlo. Los cimientos, esos códigos de amistad se mantienen. Me gusta este concepto, aunque me sigue faltando el de los casi-algo.
Un día me inventaré un nombre y os lo contaré por aquí y, ojalá, alguien lo empiece a usar.
Mi ropa ya está limpia, huele de maravilla y dejo que pasen los 4:46 minutos restantes de la secadora para guardarlo todo en mi mochila e irme camino al aeropuerto.
Cierro por hoy. Nos leemos más pronto que tarde.
No me había parado a pensarlo!
Me ha encantado tu manera de medir en "cómo estás". Tristemente para todo el mundo estoy "igual que siempre".
Es difícil encontrar hoy en día amigos buenos. Todos queremos ser escuchados, pero pocos escuchar y eso hace que sea muy difícil sembrar.
Sin reciprocidad está jodi** la amistad!