Sin ti, un día dura tres otoños
Leía a Jesús Terrés en Nada Importa y de golpe versa ‘Yí rì sān qiū’ (一日三秋), un proverbio chino que viene a decir: “Sin ti, un día dura 3 otoños”. Y cuanta verdad rebosa de tan poco. Me hizo reflexionar.
Un día;
que dura, duele y se siente;
como tres otoños;
La estación menos correspondida. La más esquiva, pero la que llena de calidez la naturaleza. Los verdes se vuelven ocres y anaranjados. Cielo y horizonte se funden en uno solo cuando cae la noche. Aún así, nos empeñamos en despreciarla. En entenderla a medias.
En sentirnos más perdidas;
más distantes;
más solas.
Yí rì sān qiū es extrañar. Añorar. A veces, por entregarse. A veces, por evitarlo. Es ese desgarro interior inplasmable en estas líneas, pero que seguro tu memoria te ha hecho revivirlo en tu esternón. Esa presión. Esa falta de aliento. Como si fuera ahora. Como si ese largo otoño nunca se hubiera marchado. Es echar demasiado de menos a esa persona. Y esa persona, también puedes ser tú.
El desgarro de la soledad;
te vacia y te desvanece.
Hay épocas en que te sientes fuera de tu cuerpo. Nada te mueve por dentro y pareces una mera espectadora desde un palco VIP. Pero esa ópera, que percibes lejana y ajena, va sobre ti. Te deshojas como los cerezos y almendros en otoño. Sin embargo, todo esto pasará.
No olvides que lo bueno es tan transitorio como lo malo;
no olvides que los cerezos vuelven a florecer en primavera.
“Un día, tres otoños” es, quizá, el Chengyu (frase hecha china) que encierra lo más bonito y lo más triste que se puede sentir. Esa eternidad condensada en un breve tiempo. Esos tres otoños.
Refleja lo que sentimos;
cada vez que nos despedimos.