Es un martes de otoño cuando escribo esto. Un martes muy martes. De esos que me levanto pronto, doy un paseo con mi perro y, de golpe, es menos martes.
Estoy a poco metros de entrar por el portal de mi casa. Tengo las llaves en la mano. Y me paro. Más bien, se para mi perro y parece que me quiere decir algo con la mirada. “¿Y si no volvemos aún?”
Vuelvo sobre mis pasos. Literal. Doy 3 pasos marcha atrás, me giro y sigo. “¿Perdona, me podrás traer un americano? Me siento fuera”, le digo a la camarera y me siento en la terraza.
Decido que este martes tan martes puede serlo un poco menos. Paro la rutina un instante y me siento sin auriculares, sin correr, sin reuniones. Solo ahí los dos.
Abro mi correo personal y leo un mail de una chica (espero que no te importa que lo comparta bajo una fina capa de anonimato) que se tomó su tiempo para escribirme. Dice así:
¡Buah! Marga,
Pienso tanto en lo que escribes, gracias, gracias, gracias, leerte me hace sentir menos sola, menos rara.
Y le respondí que es más que bienvenida al club de los bichos raros.
Somos una especie en extinción.
Durante estos últimos meses o, mejor dicho, semanas que han parecido meses, he compartido con diferentes amistades algunos miedos. Miedos por lanzarme, por tomar las decisiones adecuadas.
Sobre mi vida, sobre dónde vivir, sobre el amor y las decepciones. También sobre escribir y mis proyectos personales. Sobre lo feliz que soy y como a veces me emperro en ver solo lo que me falta y no todo lo que tengo. Sobre mis motivaciones. La curiosidad que me lleva a aprender cosas que para la gran mayoría suena a locura.
Yo también me siento sola.
También me siento un poco bicho raro muchos días de mi vida.
Hablo con mis amigos sobre ‘estar lista’. Ese concepto tan claro cuando lo lees, y tan ambiguo cuando te preguntas si lo estás. El no sentirse preparado del todo.
Llámalo perfeccionismo, inseguridades o síndrome del impostor todos mezclados en una coctelera que dan este agridulce sorbo de vida.
Y de hecho me pregunto: ¿Se puede estar lista? Pero lista de verdad, del todo. Completamente lista. Un instante de seguridad absoluta en el que no dudas, no hay equivocaciones posibles. Solo la certeza de que debe ser así.
¿Existe?
En el fondo creo que por una milésima de segundo, sí. Que la mente se nubla de una seguridad acaparadora. Pero la mayoría de veces no es así. La mayoría de veces va de ponerse delante del precipicio, sentir la adrenalina y saltar al vacío.
Ver qué pasa.
Hasta que no lo haces, no te das cuenta de si es el momento ahora o lo será después. Pero es que mañana volverá a ser hoy y hoy no volverás a saber si es el momento.
Lo único que tienes seguro es que la vida va un poco de eso de prueba y error. De ver qué pasa y analizarlo después. De que en el intentarlo entran todas las posibilidades.
A veces darás en el clavo, en tiempo y lugar. En otras te darás de bruces, una colisión frontal que ves venir.
No tengo respuesta.
No tengo respuesta a si hoy estoy completamente lista de tomar las decisiones que tomo, de los saltos al vacío que doy. Lo único que sé es que mañana no quiero mirar atrás y arrepentirme de haber frenado justo al límite del precipicio.
A la vida hemos venido a jugar.
Voy sin paracaídas, voy con miedo, pero el año pasado me enseñó que incluso en los momentos en los que te rompes a trizas por ciertas elecciones, también te hace fuerte y terminas en un lugar inesperado del que floreces tan fuerte como esas flores que rompen el pavimento en primavera. Como diría Neruda: "Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera". A ti tampoco.
Así que hoy tengo miedo, no estoy lista al 100 %.
Entre tú y yo, no lo estaré tampoco mañana. Pero no puedo esperar.
Tal vez podemos sentirnos menos solos, menos raros si lo hacemos juntos.
✨ Cosas que quiero contarte esta semana
He cerrado colaboración con nuevo cliente. Así que me meteré con la comunicación y la estrategia de marca de Calisteniapp mano a mano con Iñaki.
Me flipa el cerebro. Así que pronto (en un nuevo formato) os hablaré de algunas curiosidades que me encantan. Quien me conoce bien sabe que me apasiona el tema así que entre neuronas, conexiones y demás estoy aprendiendo en más profundidad cómo funciona y los sistemas de aprendizaje.
Terminé el libro ‘Hamnet’. Vive entre ficción y realidad. Describe al detalle, pero directo, sin grandilocuencias. Es doloroso, te encoge el corazón y te congela un poco el alma. Especialmente, su segunda parte. Lo que ocurre en este libro al hijo de Shakespeare, Hamnet, fue lo que inspiró al dramaturgo a escribir su obra más famosa: ‘Hamlet’. La similitud del nombre no es casualidad. Hay un pequeño detalle que me capturó. Simple, que tal vez para otros no tenga importancia. Para mí, dice mucho. A todos los personajes se les nombra, a Shakespeare es al único al que nunca hace referencia por su nombre. Eso te permite meterte en la historia sin nublarte por el peso que él tuvo en la literatura.
Escucho ‘Enjoy Life’ de Airr mientras escribo.
Una canción que descubrí en una cafetería de Penang y que me hizo sentir muy bien en esos días un poco grises.
Espero que la disfrutes.
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