“Perdona, ¿te puedo preguntar algo?”
Nos íbamos a ir en moto tras cenar en un restaurante delicioso y muy conocido de pato en Koh Tao (Tailandia) y de golpe digo: “Le he caído bien. Espera que le voy a preguntar algo”.
Paro el motor.
Me bajo de la moto.
Me dirijo a una chica. Desde que llegamos me miraba sonriente y estaba pendiente de mí. La única.
El resto, simplemente, me miraban con cara de ‘otra-extranjera-más’.
Pero eso cambió con un pequeño gesto.
Llevábamos unos días viendo a varias chicas con un polvo amarillo en su rostro. Con formas circulares en las mejillas y también marcando la longitud de su nariz.
Dudábamos. ¿Será algo religioso? ¿Será algo espiritual? Pues todo fue más sencillo: Thanaka.
Se trata de un tipo de maquillaje típico Myanmar, según me explicaron las mujeres del local que pararon todo el barullo y el ritmo frenético de la cocina por un instante.
Se les cambió la mirada.
Ya no era ‘otra-extranjera-más’. Era la única (muy probablemente) que me paraba a interesarme por algo suyo. Por romper su monotonía. Por conocer. Por su cultura. Por entenderla y no por destruirla.
Y es que la curiosidad por saber de los demás mueve el mundo y alegra por un instante al resto.
Ya el año pasado decidí tomar una acción constante en mi vida con el poder de algo tan simple como un “¿cómo estás?”.
Dicho de corazón.
Con interés.
Especialmente en países donde vamos los occidentales como si fuera nuestra casa y, muchos, incluso, con la superioridad de un color de piel sobre el otro.
No sabéis como esas dos simples palabras tienen un poder tan grande. Hacedlo en el supermercado, con el taxista o cualquier persona que esté dando un servicio.
Te abre muchas puertas y dibuja un descanso y alivio en sus rostros.
Esa sonrisa, te juro, tiene mucho poder para los dos.
Muy buena. Con esas 2 palabras es como abro los one to one con cada componente de mi equipo. Es interés más allá de lo laboral. Abrazo