Historias a los 30: Está bien no estar bien 😕
¿O acaso crees que existiría la luz sin la oscuridad?
Un manto gris cubre Kyoto. Un manto gris. Opaco. Apagado. Sin vida. Mientras gota tras gota rebotan sobre su pavimento. Salpican. Caen con fuerza. Se desvanecen sobre los paraguas transparentes que inundan las calles de la ciudad japonesa. Y no para. Ni parará. Y yo me siento como ese manto. Gris. Apagada. Poco inspirada. Y eso también está bien. Porque solo con días malos apreciamos los buenos. Solo con esos sabemos lo que estos pueden aportarnos. Imagínate estar siempre con una alegría patológica, ¿sabrías valorar el poder que eso tiene si nunca supiste lo que es estar triste?
Subida a una cuerda floja, con ese nudo en el estómago, aguantando el equilibrio entre mantenerse y caerse. Entre la victoria y el fracaso. Entre estar o no estar. Eso es la vida. Una cuerda por la que nos movemos y de la que a veces nos caemos y nos volvemos a subir. Equilibristas. Los que vivimos somos equilibristas porque demasiadas personas prefieren no vivir. Y eso también está bien (para ellas). Los equilibristas nos balanceamos con cada paso y susurramos ese “uh-uh-uuuuuh-uf” y luego sonreímos por lo bajini porque seguimos ahí recuperándonos tras tanto balanceo. Vivos. Viendo los riesgos de vivir, asumiéndolos y disfrutándolos.
Hoy podría evitar estar aquí. Podría evitar estar escribiendo estas líneas, pero me parecen igual de importantes que las que describen la fascinación por un lugar, por reencontrarme o conocerme porque también son un poco eso. Son tan importantes como mis mejores líneas. Y, ¿sabéis lo curioso? La brutal acogida -millones de gracias- de la última newsletter me ha bloqueado. Nunca me lo hubiera imaginado y en mi cabeza vinieron pensamientos como: “¿Seré capaz de escribir o narrar otro momento que conecte igual que este?” Y por eso la semana pasada fui incapaz de escribir. Era como: “¿Y si ahora les defraudo? ¿Y si ahora les fallo?”. Como equilibrista me ha hecho sentir en un precipicio de gratitud. Justo en el borde. Poniendo con los dedos como garras para aferrarme a esa cuerda. Pero entendí que quien está aquí trasnochando conmigo es porque tienen un poco o mucho de equilibrista y habrá sentido este sentimiento de “¿Qué coñ* estoy haciendo? ¿Esto le importa a alguien?” Por eso sigo aquí, porque como un día dije: “Escribiré mientras haya quien necesite leerlo”. Con esto no me refiero a sentirse perdido en la vida en el sentido más filosófico, me refiero a un acto en concreto. A montar un proyecto. A contar algo. A ser, en parte, parte de esa historia. Porque eso implica una responsabilidad y un compromiso. Asumirla no es fácil, pero, joder, cómo de bien te hace sentir incluso cuando las nubes no te dejan ver el horizonte.
Miro por la ventana y no, no veo el horizonte. Veo unas ahumadas montañas. Estoy en el octavo piso de The Millennials Kyoto, en el 235 Yamazakicho, Nakagyo Ward, el hotel cápsula que he elegido para conocer esta ciudad. Me quedo un instante con la mirada fija en el edificio de enfrente. Sigue lloviendo. Gotagotagotagotagotagotagotagota. Me gustaría saber cuántas gotas pueden caer al segundo a esa velocidad. Sentir esa melodía. ¿Cómo se sentirían de ser capaces de sentir?
En esta sociedad donde las redes sociales mandan más que nuestro propio sentimiento, nos obligamos a enseñar lo que no somos, lo que no sentimos. A ser siempre una persona perfecta, sonriente y a despreciar el no estar bien. No me parece correcto. No hace falta que lo cuentes en tu Twitter o en tu Instagram, ok, pero no finjas estar bien. Hazte un favor: no te engañes a ti misma. Deja que ese sentimiento te invada, date un tiempo y siéntelo por tu cuerpo, por tu cabeza, por las lágrimas que, tal vez sin saber por qué, caen por tu rostro. Está bien. Porque cuando esa sonrisa vuelva a tu rostro tendrá más fuerza y más poder. Date margen para sentir. ¿Sabes qué? Haz un favor también a la gente que te quiere: no les engañes diciendo que estás bien. Diles la verdad. Diles que hoy no tienes un buen día y que no quieres hablar de ello. Porque lo que no es natural es estar siempre bien.
Te voy a contar algo más. Tristeza no es el antónimo de felicidad. Puedes ser una persona feliz y estar triste, tener días malos. No son contraposiciones. Son complementos. Amiga, date cuenta, somos equilibristas y en el equilibrio está nuestra mejor virtud.
He soñado con escribir un libro. Y volví a pensar: “¿Quién va a querer leerlo? ¿Será suficientemente interesante?” Pero, ¿sabéis qué? Hoy callaré esa voz, al menos, por unos instantes y me quedaré arropada un ratito ahí, en ese sueño, como quien se esconde bajo un nórdico en un domingo lluvioso de invierno, que ahí me siento muy a gusto.
Todo esto os lo cuento en un día que no estoy y cuando soy capaz de decir más alto y segura que nunca que soy feliz.
📍 Reflexiono desde Kyoto, Japón 🇯🇵 y son mis 15:19h ⏰
Mi próxima parada será: Osaka, Japón 🇯🇵
🎙 Escúchalo
Esta newsletter tiene una cita íntima cada sábado (o casi) en formato pódcast. Para seguirlo o escucharlo, solo tienes que ir a este enlace de Spotify, iVoox, Google Pódcasts o Apple Pódcast.
📚 Qué me tiene enganchada
Terminé la novela ‘El caso de Alaska Sanders’ de Joel Dicker que me tenía ojiplática.
Ahora estoy con ‘El Fin del Amor: querer y coger’ de Tamara Tenenbaum.
🎶 Qué suena mientras escribo estas líneas
‘Another Love’ de Tom Odell.
'✍️A mi yo de mañana
Está bien no estar bien porque mañana entenderás que eso te da la vida.
🧠 Si quieres compartir esto con otrxs treintañerxs,👇
🙋♀️ Si pasabas por aquí y quieres ser parte de estas historias,👇
🔎 Si te apetece leerme en mi aventura diaria sobre viajes y pensamientos, sígueme en Instagram y en Twitter.
🤑 Si quieres que siga escribiendo, aporta tu dinerito por aquí.
"Tristeza no es el antónimo de felicidad. Puedes ser una persona feliz y estar triste, tener días malos. No son contraposiciones. Son complementos" - Ojalá pueda yo recordar esto todos los días, especialmente cuando me acuso a mí misma por ser demasiado triste (lo que sea que eso signifique).
Esta letra también me tocó el corazón. Me encanta leer lo que escribes (y practicar mi español por que le falta mucha práctica 🫣).