Historias a los 30: Cuando ahí no es 🏌🏽
La diferencia entre enamorarte a los 20 y a los 30 es que aprendes que no todo vale.
‘Historias a los 30’ es una sección en la que escribo vivencias de personas que rondan los 30 en formato carta, relatos ficticios basados en hechos reales o a modo de experiencias para compartir sobre temas que nos pasan o preocupan ✨ .
Saber decir que no, no es de mis mejores virtudes. Y el primer paso dicen que es reconocerlo. ¿El segundo? No lo sé, creo que he tropezado al intentar darlo 😬 Tiendo a ceder mi comodidad, mi bienestar a las personas de mi alrededor y es un puto defecto enorme. Estoy aprendiendo, pero cuesta más que memorizar las tablas de multiplicar en tercero de primaria. También me he dado cuenta de que es algo que nos sucede mucho más a las mujeres y empecé a buscar el porqué. Está claro: nuestra figura socialmente había sido la de cuidadoras, por lo tanto, los demás van por delante de nosotras. Añádele a eso lo que os contaba la semana pasada y es un campo de minas que explota en cualquier momento.
El otro día estaba viendo una serie de lo más irrelevante que puedes encontrar en Netflix (sinceramente, tras un fin de semana de sentir que la ansiedad podía conmigo, lo último que quería era sumergirme en física cuántica). Pero que me llevó a una reflexión: veo el amor diferente. Bueno, mejor dicho, las relaciones. Amorosas, sí, aplicable a la amistad, también.
Cuando tenías 20 años todo te valía. ¿Os acordáis de la primera vez que os enamorásteis? Ese fuego, imparable, que podría arrasar el Amazonas en segundos. Ibas con todo como en una partida de Black Jack. Te daba todo igual. Lo sentías y lo demás te sudaba, pero a niveles estratosféricos. Solo pensabas que ese fuego era suficiente.
Cuando maduras emocionalmente, cuando cruzas los 30 (o te aproximas a ellos), la cosa cambia. ¿Todo me vale? ¿Ese fuego casi implacable es suficiente? Las hostias por el camino también suelen ayudar un poquito, no nos engañemos, pero lo del desamor os lo cuento otro día.
Maduras y ese fuego que puede arrasar con todo no lo es todo. Porque piensas, ¿es bueno que arrase con todo? ¿Podría incluso arrasar conmigo? Luego también caes en la cuenta de que no te vale solo un fuego. Necesitas que a ese fuego le acompañe un respeto, una responsabilidad afectiva (sorry, gente, no abunda y un día también lo hablamos), una posibilidad de proyecto de vida, unos valores que encajen y así hasta una larga lista. Esa lista es la que debe ayudarte a decidir si ese fuego feroz es fruto solo de un chispazo o tienes leña para avivarlo.
Por eso, por los constantes cambios que hace una misma, me cuesta pensar que podamos enamorarnos de alguien y que nos ‘valga’ para siempre, especialmente, si esta historia comenzó en la adolescencia o a inicios de los 20. Teníamos grandes dosis de idiotez, de irracionalidad, de hormonas alterándonos. Alguna de estas cosas aún perduran, pero han entrado otras piezas en la partida.
Así que siento deciros: el amor no puede con todo. El amor no lo es todo. El amor solo es el inicio que escribe una novela o un microcuento. A veces, necesitamos meter más razón al corazón para darte cuenta de que ahí no es. Así que sí, yo también he aprendido que ahí no es y no será jamás. Que la atracción no es suficiente, incluso enamorarse tampoco. Puede sonar frío, ni mucho menos. Es respeto a ti, a tus ideales, a lo que tú quieres vivir en una historia de amor y en tu vida. ¿Prefieres una trilogía de esas que enganchan fuerte o te conformas con una nota a pie de página de un insignificante capítulo en tu vida? Piénsalo. Aunque duela, piénsalo y aprende a decir no, cuando ahí no es aunque ese fuego parezca lo más importante.