Calma. Paz. Felicidad. Creo que es lo que más llevo sintiendo desde que cogí la mochila y me largué a Asia. Y no es algo que ocurra a menudo dentro de mí. Lo que sí he sentido la mayoría de mis 30 años es el miedo al rechazo. Suena duro, pero ha sido parte de mi rutina. Día tras día. Esconderme. Pasar desapercibida para que nadie supiera de mi existencia y, así, si no existía, nadie podía rechazarme. Ese miedo era como un fantasma que me cogía de la mano y no me soltaba por mucho que lo intentara. Ese monstruo que te hace sentir pequeña.
Estoy en mi cabina en plena Ha Long Bay en el norte de Vietnam. No tengo un internet y me siento rara a la vez que aliviada. Es una sensación extrañamente satisfactoria el estar en medio de una maravilla del mundo como esta y no compartirla con nadie. Solo ver, observar, fascinarme. Compartirlo solo conmigo (por ahora).
Nos fuimos en kayak por la tarde. Hacia las 17h. No voy a mentir, idílico no era. Estaba nublado, había llovido. En otra época de mi vida que esto no fuera perfecto me hubiera generado tal frustración que no hubiera disfrutado de lo que tenía delante de mí. Esas nubes en mi cabeza hubieran ennegrecido algo que no está bajo mi control. Y esto, en parte, surge del miedo al rechazo. Tal vez te preguntas por qué. Pues es fácil. Cuando piensas que pueden rechazarte por cualquier cosa, planeas que TODO tenga que ser perfecto y si algo no lo es, te cabreas. Te cabreas porque si eso no ha sido perfecto y es lo que has ofrecido a alguien, ese alguien pensará mal de ti. Pues bien, ese alguien, también puedes ser tu misma.
Mientras estaba en el mar solté el remo, lo dejé reposar suavemente sobre una de mis rodillas y del kayak. Miré un segundo a mi alrededor, toqué el agua, y miré al cielo. Mientras se me caía una sonrisa que subía desde mi estómago dije: “Joder, que estoy en Vietnam, que estoy en la otra punta del mundo sola, disfrutando, segura y hablando con un montón de personas”. Me he tumbado, he vuelto a mirar al cielo y le he sonreído.
Y ¿por qué todo esto? Porque esto, esta experiencia me está ayudando a curar una herida de la infancia: el miedo al rechazo. Esta herida puede construirse de muchas formas. La mayoría de la generación que la tenemos nos viene por padres ausentes. Ausentes entendidos como que estaban focalizados en su trabajo para que nosotros pudiéramos estudiar y cumplir los sueños que ellos no pudieron. O por la exigencia y el perfeccionismo exigido hacia nuestra figura. ¿Qué pasa con esto? Que generas un miedo a no ser suficiente que te lleva a pensar que siempre serás rechazado si no lo haces perfecto.
Hay momentos que no tengo miedo, tengo pánico al rechazo. Y se muestra fatuo. Por ejemplo, cuando ‘toca’ ligar o cuando noto que le puedo estar gustando a alguien. Me bloqueo. Literalmente. Recuerdo cuando era adolescente o en la universidad que si alguien quería ligar conmigo era la persona más seca y borde que podía existir. Me ponía a la defensiva y evitaba abrirme. Como decía antes, si no existo, si no me conoces, no puedes rechazarme por lo que realmente soy. Otras veces, sino, pensaba que querían reírse de mí, ¿por qué si no una persona como esa se interesaría por mí? Pues, porque eres una tía brutal y ya.
PD: era una f*cking creencia mental. Puedes ligarte a quien te dé la gana. Literal, a-quien-te-de-la-gana. No le gustarás a todo el mundo por bien y perfecto que busques hacer las cosas. Pero te aseguro que la vibra que transmites, tu carácter, tu forma de ser, tu esencia, engancha más que cualquier otra cosa.
PD2: déjate también de pensar que si no eres perfecta físicamente no puedes gustarle a las personas porque es la mayor mentira que nos han vendido. Esa y que a los 30 debes tener toda tu vida planeada y empaquetada con un lazo.
El miedo al rechazo es jodido porque no te deja ser tú. Por el qué dirán. Por el qué pensarán. Terminas diciendo que te da igual la peli que ver, el restaurante que elegir o que todo plan te parece ideal. Es mentira. Dentro de ti sabes que es mentira, pero no lo dices porque tienes miedo a que ese grupo te vea como una rara, que no tienes sus mismos gustos. Por intentar encajar terminas siendo aburrida y eso sí va a llevarte a un rechazo. Nadie quiere en su vida a alguien que no aporte.
La verdad que durante toda mi vida he sentido diferentes momentos de miedo al rechazo. Si nos vamos a la infancia, recuerdo que siempre quedábamos 4 chicos y 2 chicas para jugar a fútbol, pasar el rato en una plaza o similar antes de volver al colegio. En esa época que solo teníamos teléfono fijo y quien no estuviera a la hora acordada se quedaba fuera del plan. Teníamos 7-10 años como mucho. Cada día. A la misma hora. Ahí era feliz. Pero cuando llegaba la clase de gimnasia se generaba un miedo que fue creciendo con los años. Esa terrible idea de los profesores de dejar que dos capitanes monten sus equipos y que tuvieran que dejar a niños para el final. Los desperdicios. Por suerte, no era de las últimas, pero en cada selección, cada semana, tenía miedo de serlo porque eso sería sinónimo de ser rechazada.
Y si tu herida de infancia no es suficiente, siempre llegan esos cabrones de clase que se ríen de ti por cualquier cosa. Absurda, seguro. Por tu físico cambiando en plena adolescencia. Lo pasé bastante mal. Nunca lo dije en casa, pero fue duro. Me insultaban y solo quería hacer una cosa: que la tierra me tragara. Evitaba levantar la mano para que no se fijaran en mí y ser el foco porque equivocarte ya te llevaba a ser objeto de burla. De ahí mi trauma con el inglés. Mientras que ahora perdí el miedo a decir algo mal o a no entender algo -f*uck off, no soy nativa-. Me fui a la otra punta del mundo donde el español ni se huele. Donde, con cualquiera que vayas, hablarás en inglés. Grabé un podcast en inglés. Hice un seminario para estudiantes de ESADE en inglés. Me junté con británicas en este crucero por Ha Long, hace un par de días estuve con 4 chicas que nos conocimos random en Train Street de Hanói y nadie me ha rechazado. Porque ese rechazo se crea más en tu cabeza, por una mirada o gesto malinterpretado, que por una realidad de la otra persona. Y estoy orgullosa de ello.
Al cabo de los años, esas mismas personas que en la adolescencia me trataron mal, algunas conscientes de lo que habían hecho, y te las crucé por la calle notas en sus ojos un “lo siento”. Y perdonas. Perdonas porque cada uno tiene sus inseguridades que les llevan a actuar como actúan. Además, soy de las que cree que las personas sí cambian porque la vida te cambia, no perdonar sería vivir en un pasado de rencor en el que no me cunde nada estar y solo duele, y nunca se cura.
Estos últimos 2 años, sobre todo en 2022, he aprendido a soltar, aunque aún tengo algún ancla amarrada a mí. Pero he aprendido a soltar ese miedo al rechazo. A perderle el miedo al miedo.
Ni él ni el resto de personas pueden capitanear tu barco.
📍Reflexiono desde Ha Long Bay, Vietnam 🇻🇳 y son las 21:23h ⏰
Mi próxima parada será: Sa pa, Vietnam 🇻🇳
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📚Qué me tiene enganchada
La novela policíaca ‘El caso de Alaska Sandlers’ de Joel Dicker. Es larga que da gustirrinin.
🎶 Qué suena mientras escribo estas líneas
‘Maybe my Soulmate Died’ de iamnotshane.
✍️A mi yo de mañana
No olvides quién eras ayer porque mañana serás otra, diferente, con nuevos aprendizajes. No te juegues por las decisiones que tomaste, son las que te han llevado a este camino.
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Os entiendo tan bien!
Siempre lo relacioné con "el miedo al qué dirán" y no tanto con el rechazo propiamente.
Crecí en un pueblo pequeño donde todo el mundo te conocía y hablaba de ti hicieras algo o no.
Siempre quise pasar desapercibida para que no se pudiera hablar de mí. Además avergonzaría a mis padres!
En cuanto pude me marché lejos para ser más libre, pero el daño ya estaba hecho:
Nunca he tenido RRSS por miedo a exponerme. Pánico a que se relacionaran conmigo esas RRSS. Que mis conocidos me encontraran en ellas.
Tantos juicios escuchados hacia otras personas que es terror a ser enjuiciada yo.
Es difícil cambiarlo, pero intento trabajarlo mucho!
Gracias por compartirlo ❤️
¡Hola, Marga! Me alegro mucho haber encontrado tu substack a través de Linkedin (hiciste hace poco tiempo un podcast con Socialinsider - la empresa donde yo trabajo - y fue así que llegue a seguirte y descubrir que tu también escribes aqui). Me encanta leer tus letras.
Todo lo que dijiste aquí me suena muy familiar, porque yo también me pasé 30 años tratando de esconderme por miedo al rechazo. Es un mecanismo de defensa. Aún no estoy segura de donde viene este miedo tan grande, pero sé que es algo que fue creciendo desde mi infancia y se agudizó durante los años que pase en la escuela, a través del bullying que recibí de mis "queridos" compañeros.
A esa edad, en plena adolescencia, es tan fácil creer todo lo que nos dicen, porque aún no sabemos lo suficiente sobre nosotros mismos como para cuestionar la opinión de otros. Así que la aceptamos como si fuera la (única) verdad.
Fue hace poco tiempo (2 o 3 años) que empecé a perder este miedo al rechazo. El seguirá conmigo, talvez por el resto de mi vida, pero ya no lo dejo que me detenga vivir mi vida como yo quiero.