Cuando lo dejamos con D, con quien solía viajar, decidí que eso no sería una condición que frenara mis ganas de recorrer el mundo, por lo que me lancé a viajar sola. Empecé por Lisboa y seguí por Budapest. Y cada vez que decía que viajaba sola resonaba a mi alrededor “¡qué valiente!” “Yo no podría” “¡qué miedo!”. Pero, leed, no soy valiente por viajar sola. Simplemente un día dije que no volvería la mirada para ver quién hay detrás, si es una sombra, un peligro o los miedos de la sociedad acechando como a tantas mujeres. Decidí no mirar atrás ni en las calles de mi pueblo, ni en las calles del barrio en el que vivo, ni de día ni de noche ni tampoco en las ciudades que recorro. Decidí no mirar atrás porque hacerlo solo trae (más) miedos, (más) inseguridades. Mirar atrás y sentir miedo sin ver a nadie es de las sensaciones más escalofriantes que puedes vivir y, por desgracia, como mujer las he vivido muchas veces. Porque después de mirar atrás ya no caminas igual, ya no miras igual y ya no respiras igual. Todo se acelera. Miras a quien te cruzas cabizbaja y a pasos agigantados. Coges el móvil, cuando hay un grupo de personas por si te miran, te hablan.
Share this post
Viajar sola, ¿valiente?
Share this post
Cuando lo dejamos con D, con quien solía viajar, decidí que eso no sería una condición que frenara mis ganas de recorrer el mundo, por lo que me lancé a viajar sola. Empecé por Lisboa y seguí por Budapest. Y cada vez que decía que viajaba sola resonaba a mi alrededor “¡qué valiente!” “Yo no podría” “¡qué miedo!”. Pero, leed, no soy valiente por viajar sola. Simplemente un día dije que no volvería la mirada para ver quién hay detrás, si es una sombra, un peligro o los miedos de la sociedad acechando como a tantas mujeres. Decidí no mirar atrás ni en las calles de mi pueblo, ni en las calles del barrio en el que vivo, ni de día ni de noche ni tampoco en las ciudades que recorro. Decidí no mirar atrás porque hacerlo solo trae (más) miedos, (más) inseguridades. Mirar atrás y sentir miedo sin ver a nadie es de las sensaciones más escalofriantes que puedes vivir y, por desgracia, como mujer las he vivido muchas veces. Porque después de mirar atrás ya no caminas igual, ya no miras igual y ya no respiras igual. Todo se acelera. Miras a quien te cruzas cabizbaja y a pasos agigantados. Coges el móvil, cuando hay un grupo de personas por si te miran, te hablan.